Cuando una mascota viaja, no solo cambia de espacio: también cambia por completo el entorno sensorial que conoce. Para muchos perros y gatos, esto puede generar ansiedad, ya que su principal herramienta para entender el mundo es el olfato. Los perros, por ejemplo, poseen hasta 300 millones de receptores olfativos (frente a los cinco millones de los humanos), lo que les permite detectar, recordar y asociar olores con experiencias pasadas.
Por eso, un objeto tan sencillo como una manta, un peluche o una playera con el aroma de su hogar puede convertirse en un “ancla emocional” durante el transporte. Este aroma les recuerda un ambiente seguro, disminuye el ritmo cardíaco y les ayuda a relajarse incluso en trayectos largos. En los gatos, este efecto puede ser aún más importante, ya que suelen ser más sensibles a los cambios repentinos y encuentran en los olores familiares una fuente inmediata de calma.
Para quienes transportan mascotas, incluir un objeto con el olor de casa no es solo un detalle bonito: es una estrategia efectiva para reducir el estrés, evitar comportamientos nerviosos y hacer que la experiencia sea mucho más cómoda y segura, tanto para el animal como para su cuidador.